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● Sin ley y sin freno

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Desde el tonto del pueblo hasta el violento cobarde.
Redes sociales, un basurero donde el odio y la imbecilidad campean a sus anchas

Por Nobel Clemar Passaglia
Con la muerte del torero segoviano Víctor Barrio en la arena de la plaza de toros de Teruel, España, a causa de la cornada que le asestó el toro que lidiaba, se vieron, una vez más, las expresiones cargadas de odio con las que algunos "animalistas" se despachan a diario en las redes sociales, ese agujero negro donde todo parece valer (hasta el delito).  

El caso más repudiable y difundido de los muchos que aparecieron en las redes sociales tras la muerte del joven torero es el de Vicent Belenguer Santos, un profesor valenciano que en su portal de Facebook escribió que se "alegraba" por la muerte del diestro y "lamentaba" que "no hayan muerto los hijos de puta que lo engendraron y toda su parentela". 

Otro que mostró su mala entraña en las redes ante la muerte del torero de Sepúlveda es el rapero Pablo Hasel, quien ya fuera condenado a dos años de prisión por el Tribunal Supremo de España por enaltecimiento del terrorismo y que ahora, como si la condena no le hubiese bastado, volvió a la carga; esta vez con un tuit que ya recibió la repulsa pública e hizo que la Unidad de Investigaciones Tecnológicas (UTI) de la Policía Nacional emprendiera una intensiva búsqueda en Internet para rastrear redes sociales en las que pudieran haber publicaciones constitutivas de delito. 



También la "docente" argentina Lara García Constanzo, residente en Birmingham, Reino Unido, se mandó la suya. En un tuit como respuesta al publicado momentos antes por la esposa de Barrio, la periodista Raquel Sanz, escribió: "La vida fue muy justa. Tu marido recibió lo que merecía. Debería ocurrirle a todos los cobardes, hijos de puta como él".



Y por si se quedaba corta, la siguió con otro tuit tan repulsivo e inhumano como el que le disparó a la esposa del torero:



Con todo, está claro que las redes sociales permiten que energúmenos como éstos, escudándose en la libertad de expresión y con una agresividad que asusta, puedan lesionar impunemente la honra, el honor y los sentimientos de las personas, sin que la Justicia mueva un dedo para impedirlo, habida cuenta de que esos tuits son una manifiesta incitación al odio, un delito claramente definido en el Art. 510 del Código Penal español. 

Y ante estos desmadres, la pregunta que se suma es si las redes sociales, que en más de un caso se convierten en un verdadero pozo séptico de donde salen asquerosidades (cuando no delitos) como las que se han publicado, deberán ser finalmente reguladas para que las compañías que las administran y que tienen una enorme responsabilidad social --aunque parecen no asumirla--, actúen en adelante conforme a las leyes, cerrando las cuentas de aquellos usuarios que las infrinjan y denunciándolos ante la Justicia. 

En tanto eso no ocurra, ese basurero digital en el que la imbecilidad, el odio y el desprecio por la vida y los valores humanos campean a sus anchas, seguirá siendo campo orégano para personajes como los que se han retratado ante la muerte del torero, inyectando su odio y regodeándose de su imbecilidad.


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