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ENTREVISTAS PARA EL RECUERDO
Nobel Clemar Passaglia 
Alberto López Pianello, la última huella del Brigadier
En un gélido mediodía de agosto de 1998, sentado al calor de la mesa en la que almuerza con sus amigos, el bisnieto del Brigadier Estanislao López espera la visita de La Capital para una entrevista que se convertiría en una sobremesa tan amena como reveladora de la historia familiar que comparte con quien fuera el Patriarca de la Federación. Con sus 92 años plenos de vitalidad y una lucidez deslumbrante, el escritor, historiador, tradicionalista, artesano, caballista y gimnasta que nació con el siglo XX y llegó a adentrarse más de una década en el siglo XXI, habló hasta bien entrada la tarde de su ilustre bisabuelo y de buena parte de la historia de Santa Fe, tierra que amó entrañablemente y en la que vivió hasta el 15 de noviembre de 2012, cuando dejó este mundo pocos meses antes de cumplir 106 años. 

De aquella sobremesa (bien regada con buen y largo vino, hay que decirlo) en la que don Alberto prometió hacerme llegar su nuevo libro "Amansando" en cuanto estuviera publicado (promesa que cumplió con sobra pocos meses después, puesto que me lo envió con una cariñosa dedicatoria que guardo entre las cosas mas preciadas que me dio este oficio), y para el recuerdo de un hombre que fue y sigue siendo a través de sus libros y sus enseñanzas un imperdible mojón de provincianía para todos los santafesinos, aquí la entrevista publicada en la edición dominical de La Capital, el 9 de agosto de 1998: 

Nobel Clemar Passaglia | La Capital | 9 Agosto 1998 (*) (**)

Santa Fe — "Soy nieto del último hijo del Brigadier", dice con un tono de auténtico orgullo Alberto López Pianello, el único bisnieto del brigadier general Estanislao López, en su casa de la capital santafesina, donde sus 92 años son una fuente permanente de amistad y conocimientos de la historia de Santa Fe en la que abreva todo el que llega hasta él. Hombre de carácter afable, mirada atenta y voz firme como sus convicciones, el único descendiente directo vivo del Patriarca de la Federación y heredero genuino de su espíritu democrático, hizo un esclarecedor recorrido por la vida del caudillo que fue parte fundamental en la constitución definitiva del país. 

"Mi abuela materna era sobrina del brigadier general Estanislao López. Mis abuelos eran primos entre sí y ella era hija del hermano de Estanislao, Juan Pablo. Cuando murió el brigadier general mi abuela tenía apenas catorce años y conocía mucho acerca de la vida de mi bisabuelo. Era una mujer de gran memoria que murió a los 96 años. Yo la visitaba siempre porque vivía a una cuadra y media de su casa y me contaba mucho sobre la vida del brigadier". 

De blandengue a caudillo

Blandengue de Santa Fe en el inicio de su carrera militar, gobernador de la provincia hasta su muerte y caudillo federal eternizado en el bronce, Estanislao López es un mosaico de los más importantes en la construcción de la Nación. Nacido el 22 de noviembre de 1786, el hijo del capitán Juan Manuel Roldán y de María Antonia López estudió en la vieja escuela de los Padres Franciscanos hasta los quince años, cuando tomó la decisión de incorporarse al Cuerpo de Blandengues para entrar de lleno a la vida que más tarde lo convertiría en uno de los caudillos más grandes de América. 

"Según algunos historiadores, el uso del apellido materno por parte de Estanislao y de su hermano Juan Pablo quizá se deba al hecho de no encontrarse formalizado el matrimonio de sus padres al momento de sus nacimientos, ya que se casaron en el año 1817, en una ceremonia que tuvo poca trascendencia", explica López Pianello. 

Los 92 años del bisnieto parecen responder a la constante longeva de la familia: "Aquí tengo el árbol genealógico: el brigadier tuvo siete hijos con María del Pilar Rodríguez del Fresno, hija de uno de los primeros médicos del país. La mayor fue Mercedes y le siguieron María Inés del Carmen, Prudencio Estanislao, que murió antes de cumplir tres años, Margarita del Carmen, Fortunato Estanislao, Pedro Telmo y Martín María, que era mi abuelo", precisa. 

La versión humana del bronce

Autor de riquísima literatura paisajística criolla y artesano noble en la elaboración de monturas, bozales, maneas y cabezadas, además de diestro domador, Alberto López Pianello relató a este diario detalles de la vida de Estanislao López que ayudan a entender con mayor claridad la trama compleja y apasionante de la existencia del gran caudillo.

"Era una familia muy católica. Tanto es así que el mismo brigadier era Terciario de la Orden de los Franciscanos", explica. Y añade: "Doña Pepa, como le decían a mi bisabuela, contaba que al brigadier le gustaba la vida en familia, tenía afición por la guitarra y era muy ameno en las reuniones familiares. Claro, desde muy chico vivió en los cuarteles fortineros de Añapiré, un paraje cercano a Arroyo Aguiar que ya no existe. Recordemos que él abandonó la escuela antes de cumplir los quince años y enseguida se incorporó a la milicia". 

El Cuerpo de Blandengues, en el que se alistó Estanislao López, era una tropa militar que se había formado hacia 1729 en la ciudad de Santa Fe donde se origina el nombre que más tarde generalizaría en todo el territorio del Río de la Plata para denominar a este heroico cuerpo de caballería. 

Cuenta don Alberto que entre los Blandengues "empezó la carrera militar de mi bisabuelo. Y en 1812, cuando el general Manuel Belgrano pasa por Santa Fe reclutando tropas para la campaña del Paraguay, él pidió ser incorporado a su ejército. Como apenas era cadete, le dieron el grado de cabo y marchó con las tropas hasta caer prisionero en Paraguay. Así lo trasladaron a la goleta española Flora y lo llevaron a Montevideo, que estaba sitiada por los españoles. Al frente de las tropas que defendían el sitio estaba el general Rondeau. López escapa de noche, engrillado, se tira al agua y llega nadando hasta las tropas de Rondeau. Con ellas combate y vuelve a Santa Fe con el grado de aférez. Así se reincorpora al Cuerpo de Blandengues y lo ascienden al grado de capitán. Luego viene el levantamiento de Añapiré, que constituyó una gran confusión política, López toma el gobierno provincial y se constituye en gobernador de Santa Fe hasta el día de su muerte, el 15 de junio de 1838". 

De asados y libros

Don Alberto es bisnieto de un hombre ejemplar y un ejemplo de vida para su familia y su amigos. Escribió tres libros: Lomillo santafesino Brigadier LópezDel con cuero y otros asados y Sucedidos y mentiras criollas, que prologó el poeta sanjavierino Julio Migno. "Ahora -señala- estoy escribiendo El amansamiento racional del caballo y tengo interés en sacarlo pronto, Toda la vida me apasionó el caballo y eso hizo que, además de comentar lo que sé sobre ellos, mi afición se traduzca en las monturas y cabezadas que fabrico, ya que siempre fui afecto al trabajo con el cuero". 

López Pianello siente su cercanía con la historia y las costumbres criollas y ese aire se respira mientras cuenta sus proyectos: "Decidí hacer un libro que hable solamente de la montura para el caballo criollo y, buscando antecedentes, me encuentro con un artículo del doctor Romero Carranza en el que dice que se necesita una montura para el caballo criollo argentino porque no tiene una montura adecuada. Por eso, además del libro, ideé una montura que yo llamo racional y me puse a fabricarla con mis propias manos. En este libro hablo también de un bozal ideado por mí, al que llamo "dominador  Brigadier General López" y sirve para la doma sin castigo, que contribuiría también a una doma racional y para alejar un castigo innecesario que comúnmente se encuentra en las jineteadas". 

Con el decálogo del buen asador en la mano, explica los secretos de un buen asado, que es el tema de uno de sus libros: "Cumpliendo con esos preceptos no lo podrán tildar de cocinero-asador Y pídale el buen Dios que no falte nunca el asado en el rancho de un argentino". El refranero popular dice que "hijos de tigre nacen overos". Viéndolo a Alberto López Pianello se puede decir que la voz popular es sabia. El hombre que vive y sueña en la misma ciudad que guarda los restos de su bisabuelo, el Gran Brigadier, es un claro ejemplo de argentinidad y esperanza. Creció con el siglo y se apresta a despedirlo con un nuevo libro.

(*) Lamentablemente, La Capital no cuenta con archivos digitales on line anteriores al año 2000, por lo que esta entrevista tuvo que ser reproducida.
(**) Por un error involuntario del taller del diario, la entrevista realizada por Nobel Clemar Passaglia e impresa por La Capital en su edición del 9/8/98 fue atribuida equívocamente al cronista asistente que sólo hizo el traslado en el móvil a quien realizó la entrevista e hizo la redacción. En el mismo error de taller, la fotografía en página pertenece al reporte gráfico de Daniel Carrizo pero se le atribuyó a otro fotógrafo que no estuvo presente en la cobertura.


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ENTREVISTAS PARA EL RECUERDO

Nobel Clemar Passaglia
Una tarde con Marcos Ciani, gloria del Turismo Carretera 

A casi diez años de la muerte del que fuera uno de los más grandes pilotos del automovilismo deportivo argentino, una entrevista que le hice para La Capital en 1998 y que guardo entrañablemente entre mis recuerdos más queridos como periodista y como aficionado a los fierros
16a. Vuelta de Santa Fe (24 de mayo de 1964) | Marcos Ciani y "El sapito"
Llegué al Hotel El Molino, de Venado Tuerto, un mediodía de noviembre. con la emoción de saber que iba a ser recibido por quien fuera en mi niñez uno de mis más grandes ídolos deportivos. Con el temor de pifiar en las preguntas, habida cuenta de que yo no era periodista deportivo, sino de información general, me adentré en la intimidad de un hombre tan sencillo, tan campechano y amable, que aquella imagen ilusionada que tenía de pibe, cuando lo veía pasar "volando" por las afueras de mi pueblo en las inolvidables "Vueltas de Santa Fe" con su cupecita Chevrolet del '40, se hizo aún más grande al tenerlo frente a frente.


Nobel Clemar Passaglia | La Capital | Nov 1998 (*)

Venado Tuerto - A 41 años de haber ganado su primer Gran Premio de Turismo de Carretera, Marcos Ciani conserva la misma chispa en sus ojos claros que cuando miraba el camino y elegía la mejor trayectoria para sacarle la mayor velocidad al famoso "Sapito", el Chevrolet modelo 1940 con el que ganó y perdió, pero que quedó grabado a fuego en el recuerdo de todos los tuercas del país. En el hotel que compró "con los pesitos que ganó de los premios", el "Flaco" recibió a La Capital con la misma calidez y humildad con las que recibe a sus pasajeros y habló de todo.

Sobre la ruta nacional Nº 8 que tantas veces lo viera pasar a fondo, el hombre que se autodefine como "manyagrasa" por 
su afición a los fierros, regentea el Hotel El Molino, un lugar donde cada viajero que llega a Venado Tuerto puede encontrarse con testimonios de un pasado deportivo que lo tuvo como uno de sus más notables protagonistas. 

Rodeado de fotografías, copas, plaquetas y pergaminos, bromea sobre su edad y dice que "ya han muerto casi todos los 
corredores de aquella época". Desde 1947, año en que comenzó una carrera de éxitos preparando autos y acompañando al recordado Guillermo Marenghini, el automovilismo deportivo le dio al piloto venadense una vida plena de matices y amigos "que tengo en cada lugar del país", afirma.
 

Con una enorme fotografía de José Luis Cabezas como fondo, habló de sus comienzos en el deporte que fue su vida y 
de lo mucho que le dio el Turismo de Carretera: "Después de ser acompañante de Marenghini, tuve la suerte de acompañarlo a Roberto Matazzi en la Buenos Aires-Caracas, pero en La Quiaca  nomás nos quedamos. Fuimos a Lima y desde allá largamos la carrera de retorno", recuerda con una sonrisa, para aclarar que "ninguno de los dos teníamos experiencia", como si hiciera falta alguna disculpa. 

"El sapito" 

Mientras señala una fotografía en la que el "Sapito" viene doblando una curva cerrada y está a centímetros de atropellar a un perro que cruzaba, el Flaco suelta la carcajada y dice "el loco se salvó de milagro". Con la espontaneidad propia de quien está acostumbrado a que lo ametrallen a preguntas, habla de las experiencias con ese auto y otros con los que corrió: "En aquellos tiempos se corría con lo que se podía. La preparación de los autos era a puro ingenio y se hacía casi familiarmente". 

Cuenta, divertido, que el nombre de "Sapito" con el que se bautizó el auto que le dio "muchas alegrías y algunos dolores 
de cabeza, como cuando me la golpeé feo en el accidente en Arrecifes", fue una idea que surgió después de un asado: "Había llovido y el auto estaba en el galpón, en medio del agua. Le habíamos dado impresión color verde y a uno de los muchachos se le ocurrió que verde y metido en el agua parecía un sapito. De ahí le quedó el nombre". El rojo y blanco con que después fue tapa de El Gráfico varias veces, resultó de la pasión futbolera de quien aportó la pintura, un amigo "fana" de River Plate. 

En esas tapas, los abrazos con Juan y Oscar Gálvez, de quien dice "fue el mejor compañero que tuve en las rutas", 
hacen aun más cálidas las paredes de la sala donde, café de por medio, invita a este cronista y a quienes lo acompañaban (el fotógrafo Daniel "Negro" Carrizo y Roberto Paz) a comer "un buen asadito cuando quieran llegarse". 

Los más grandes éxitos 


Sencillo y familiero, el hombre que dice bromeando "mi señora me apoyaba porque no le quedaba otra", habla muy poco 
de las "piñas" que se pegó y mucho de su primer nieto, que "se llama Marcos, como uno de mis hijos". Para equilibrio de nombres heredados, su hija Graciela lleva el de su madre y el Flaco no puede esconder lo que siente por ellas: "Son los éxitos más grandes que tuve". 

La lucha de marcas, las etapas interminables, el fervor de la gente que seguía las carreras por radio día y noche y la 
camaradería entre los corredores de entonces, tienen en Marcos Ciani un reaseguro de recuerdos que permiten a quien lo escucha revivir aquellos tiempos con la misma pasión con la que él los trae a la memoria; así como un inequívoco mojón de referencia para los jóvenes que recién se inician en el automovilismo deportivo. Para ellos, el amigo entrañable de Oscar Alfredo Gálvez vuelve a hablar de "El aguilucho" y desliza con humildad un consejo imperdible: "Trabajen mucho". 

Grande en el automovilismo y en la vida 


Dispuesto a seguir la charla "hasta que las velas no ardan", como él mismo dice con su sonrisa bonachona, el hijo 
dilecto de la ciudad de Rufino y adoptado por su querido Venado Tuerto no puede disimular su alegría cuando habla de su amigo Carlos Reutemann, que "cada vez que anda cerca me viene a visitar", pide disculpas por su mala memoria y no olvida mencionar a sus padres, de quienes habla con una ternura que conmueve. 

Este cronista estaba lejos de la casa del Flaco y no pudo preguntarle a Perla, su mujer, si lo de "no le quedaba otra que 
apoyarme" era por el profundo amor que siente por su esposo; o porque a ella le apasionaban los fierros tanto como a ese hombre de casi dos metros que todavía tiene en sus ojos claros la misma chispa que le hiciera ganar su primer Gran Premio de Turismo de Carretera, en 1957. Pero no va a faltar oportunidad. Seguramente cuando volvamos a encontrarnos en el asado prometido. 

Con la tarde bien entrada, la despedida se hace larga entre anécdotas que no para de contar y con las que nos acompaña hasta 
el auto, donde, apoyado con los dos brazos en la ventanilla, contesta  al "Bueno, don Marcos, nos vamos" con un "Si te arranca este cachivache". Y allá quedó esa gloria del TC, saludando brazo en alto, con la misma sonrisa ancha con la que nos recibió y con sus casi dos metros trazando una larga sombra en medio del patio de estacionamiento de El Molino.

(*) Lamentablemente, La Capital no cuenta con archivos digitales online anteriores al año 2000, por lo que esta entrevista tuvo que ser reproducida.




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